viernes, 22 de noviembre de 2013

En el poema estás tú


Éste es un poema que escribí hace tiempo y en otro lugar, pero el momento y la circunstancia eran tan parecidas a las que se viven hoy, que es perfectamente actual.










En el poema estás tú


En el poema estás tú, 
hermano, humano,
camarada del silencio y de la angustia,
grito apresado en el cemento,
antagonista efímero de la nada.
En el poema estás tú,
tripulante de este mundo-nave en que viajamos.
Porque al poeta no le quedan
ni lirio, ni crepúsculo apacible,
ni amaneceres rosados:
ensangrentada, la azul corola del día se deshace
aferrada por las manos de la noche
y ya no habrá ni flores
ni pájaros
ni dulces aromas en el verso.
En él se ha colado de rondón la vida
y el poeta sólo tiene para su verso dolor.
Por eso en el poema estás tú, hombre,
derramando tu lamento de agonía,
porque tú eres la presa indefensa del dolor.


miércoles, 20 de noviembre de 2013

Fuera del tiempo


Con este pequeño poema quiero recordar a todos los que siguen enterrados en fosas comunes, todos los que fueron asesinados en una guerra civil infame que nos sigue pesando como una losa y a sus descendientes que no renuncian a encontrarlos.



Fuera del tiempo


Fuera del tiempo,
en el espacio apenas,
quiero dejar mi mano
arrodillada
sobre un montón de huesos
que son polvo
--polvo,
sustancia apolillada,
sustancia
traspasada por el tiempo—
como sobre un rosario
sin retorno
con cuentas de agua
y piedra,
piedra y agua.
Quiero dejar mi mano
reposada,
en un olvido de violencia y golpe,
para que sienta el latido de los muertos.



miércoles, 6 de noviembre de 2013

La tercera fundación de Buenos Aires


La tercera fundación de Buenos Aires

Siempre se queda algo de nosotros en el lugar donde nos enamoramos, y por eso he desandado hoy el camino hasta este poema que es un reencuentro deseado:


21 de septiembre de 2013
Por ti, por nosotros,
por cuarenta primaveras
trasladadas al otoño


Un día despertamos.
Buenos Aires no estaba.
Fue una sensación,
una certeza plúmbea,
una tristeza en la piel
y el corazón enlutado.
Buenos Aires no estaba.
Me asomé a la ventana
y vi un paisaje extraño, ajeno,
un paisaje de cemento y polvo
que no conocía.
Por la calle circulaba gente
que no conocía.
En la esquina se vendían periódicos
que no conocía.
En el aire flotaba una música
que no conocía.
Buenos Aires no estaba.
¿En qué momento había sucedido?
¿En qué momento se había desvanecido
ese sortilegio entre onírico y urbano
que es para nosotros Buenos Aires?
Sentí que el aire se saturaba de llanto
que dentro de mí algo se encogía
que en mi pecho una flor de jacarandá se marchitaba
que los palos borrachos de golpe
habían superado su proverbial resaca
que la calle Corrientes y aquella librería nuestra
aquella librería que hicimos nuestra una tarde de enero
habían sido arrastradas como las hojas secas
por un viento inclemente que soplaba
desde el rincón del mundo donde se fabrica el olvido.
¡Buenos Aires no estaba!
Me volví loca
loca de dolor y desarraigo.
Si Buenos Aires no estaba
había que rescatarla
había que resucitarla
había que refundarla.
Pensé en buscar planos
para hacerla igualita a la de antes
con sus plazas, sus baches, sus esquinas,
sus sudestadas y el color leonado del río…
¿Dónde buscar todo eso?
¿Dónde conseguir el aire decadente de la Recoleta
el colorido de la Boca
la añoranza de aquel Puerto
con la mirada siempre fija en la orilla del otro lado,
y hasta el olor a petróleo y a fango del Riachuelo…
La solución surgió de golpe
lo vi tan claro:
¡el bandoneón de Piazzola!
Puse a girar el disco
y en cuanto el bandoneón se hinchó
y lanzó el primer rezongo
apareció todo
todo volvió a ser como antes:
otra vez fue verano
y me encontré
nos encontramos
en aquel piso diminuto de la calle French
abierto al intercambio entre la tarde ya difuminada
y la luz recién nacida de las farolas callejeras.
Volvió a aparecer la magia,
y nuestro amor,  nuevo y ya maduro,
volvió a volar sobre las notas
del bandoneón también anochecido.
Otra vez mi cuerpo se llenó del tuyo
otra vez la cortina nos pintó la piel
con los colores de aquel neón enardecido.
Todo funcionó a la perfección
Fuimos engranajes lúbricos ejecutando
el afán de las horas
el presagio de un mañana rotundo…
Después fue el otoño
y de las entrañas del milagro
brotaron Discépolo, el lunfardo,
el malevaje, Borges y las lentas galerías
y nosotros envueltos por la música
y por el crujir de la hojarasca pisoteada.
Y el invierno…
las calles mojadas por la humedad del río
nuestros besos
refugiados del frío en un café de Florida
y el teatro y el cine trasnochados.
Y por fin llegó la primavera…
Se llenó otra vez Palermo
de flores y de pájaros
llegados para la celebración
para la fiesta de la  refundación
la tercera fundación de Buenos Aires
allá
al sur
al sur de ninguna parte
un sur que flota
en el imaginario ingrávido
que nos permite seguir fundando Buenos Aires
donde nos da la gana
con el latido sincopado
del bandoneón de Piazzola.

lunes, 4 de noviembre de 2013

La marea insomne


La marea insomne


El título de este blog une dos elementos de máxima influencia: la marea, efecto del influjo de la luna y a su vez motor y productora de energía, y el insomnio, esa vigilia fructífera y fecunda en la que nos sobrevuelan los fantasmas que durante el día permanecieron amortiguados, ocultos por la perentoriedad de lo cotidiano. En esa marea insomne se amalgaman palabras, ideas, imágenes y de ella nace el acto creador. No pretendo sentar cátedra de nada ni explicar los grandes fenómenos del mundo ni los orígenes del hombre ni del universo. Sólo me dejo llevar por el movimiento del mar que a veces lame tímidamente la playa y otras veces se abalanza sobre ella en una marea viva arrastrando conchas, algas, caracolas y dejando sobre la playa restos de naufragios antiguos o recientes. De ese ir y venir van naciendo mis poemas que quiero compartir con vosotros. A veces afloran en ellos sentimientos muy íntimos, otras esos restos de naufragio son elementos de la realidad que, aun sin quererlo se van filtrando entre las grietas del poema. No puedo evitarlos, no quiero evitarlos porque forman parte de lo que vivo, de lo que me preocupa, de lo que nos preocupa a todos. Casi nunca el poeta es dueño del poema, casi siempre es el verso el que manda.