miércoles, 6 de noviembre de 2013

La tercera fundación de Buenos Aires


La tercera fundación de Buenos Aires

Siempre se queda algo de nosotros en el lugar donde nos enamoramos, y por eso he desandado hoy el camino hasta este poema que es un reencuentro deseado:


21 de septiembre de 2013
Por ti, por nosotros,
por cuarenta primaveras
trasladadas al otoño


Un día despertamos.
Buenos Aires no estaba.
Fue una sensación,
una certeza plúmbea,
una tristeza en la piel
y el corazón enlutado.
Buenos Aires no estaba.
Me asomé a la ventana
y vi un paisaje extraño, ajeno,
un paisaje de cemento y polvo
que no conocía.
Por la calle circulaba gente
que no conocía.
En la esquina se vendían periódicos
que no conocía.
En el aire flotaba una música
que no conocía.
Buenos Aires no estaba.
¿En qué momento había sucedido?
¿En qué momento se había desvanecido
ese sortilegio entre onírico y urbano
que es para nosotros Buenos Aires?
Sentí que el aire se saturaba de llanto
que dentro de mí algo se encogía
que en mi pecho una flor de jacarandá se marchitaba
que los palos borrachos de golpe
habían superado su proverbial resaca
que la calle Corrientes y aquella librería nuestra
aquella librería que hicimos nuestra una tarde de enero
habían sido arrastradas como las hojas secas
por un viento inclemente que soplaba
desde el rincón del mundo donde se fabrica el olvido.
¡Buenos Aires no estaba!
Me volví loca
loca de dolor y desarraigo.
Si Buenos Aires no estaba
había que rescatarla
había que resucitarla
había que refundarla.
Pensé en buscar planos
para hacerla igualita a la de antes
con sus plazas, sus baches, sus esquinas,
sus sudestadas y el color leonado del río…
¿Dónde buscar todo eso?
¿Dónde conseguir el aire decadente de la Recoleta
el colorido de la Boca
la añoranza de aquel Puerto
con la mirada siempre fija en la orilla del otro lado,
y hasta el olor a petróleo y a fango del Riachuelo…
La solución surgió de golpe
lo vi tan claro:
¡el bandoneón de Piazzola!
Puse a girar el disco
y en cuanto el bandoneón se hinchó
y lanzó el primer rezongo
apareció todo
todo volvió a ser como antes:
otra vez fue verano
y me encontré
nos encontramos
en aquel piso diminuto de la calle French
abierto al intercambio entre la tarde ya difuminada
y la luz recién nacida de las farolas callejeras.
Volvió a aparecer la magia,
y nuestro amor,  nuevo y ya maduro,
volvió a volar sobre las notas
del bandoneón también anochecido.
Otra vez mi cuerpo se llenó del tuyo
otra vez la cortina nos pintó la piel
con los colores de aquel neón enardecido.
Todo funcionó a la perfección
Fuimos engranajes lúbricos ejecutando
el afán de las horas
el presagio de un mañana rotundo…
Después fue el otoño
y de las entrañas del milagro
brotaron Discépolo, el lunfardo,
el malevaje, Borges y las lentas galerías
y nosotros envueltos por la música
y por el crujir de la hojarasca pisoteada.
Y el invierno…
las calles mojadas por la humedad del río
nuestros besos
refugiados del frío en un café de Florida
y el teatro y el cine trasnochados.
Y por fin llegó la primavera…
Se llenó otra vez Palermo
de flores y de pájaros
llegados para la celebración
para la fiesta de la  refundación
la tercera fundación de Buenos Aires
allá
al sur
al sur de ninguna parte
un sur que flota
en el imaginario ingrávido
que nos permite seguir fundando Buenos Aires
donde nos da la gana
con el latido sincopado
del bandoneón de Piazzola.

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